Recordamos el Viaje Oxígeno al Breithorn en cordadas solo femeninas junto a Caro North y Edurne Pasaban

Marie France progresa con dificultad por la mítica arista sur del Matterhorn. Con más dificultad aún que en otras ocasiones en las que lo ha hecho. Alcanzar la reconocible y legendaria cima del Matterhorn no es precisamente una tarea sencilla, incluso para alpinistas avezados como ella –de hecho esta montaña se ha cobrado a lo largo de la historia muchas vidas- pero hollar la cumbre 150 años después
del primer ascenso femenino logrado por Lucy Walker (1836-1916), y además hacerlo en las mismas condiciones y ropas que llevaba la pionera británica en aquella ocasión, es rizar el rizo. La ropa de lana (muy pesada y que impide la dificultad de movimientos, sobre todo si se moja), y la larga falda hasta los pies le impedían ver dónde pisaba en el peligroso descenso de la cima, y estuvo al borde del accidente en varias ocasiones. Con esta ascensión al estilo «retro» la alpinista e historiadora Marie-France Hendrix quiso rendir un homenaje a la primera mujer en pisar la cima del Matterhorn en 1871, más meritoria aún teniendo en cuenta el contexto social de finales del XIX, época en la que a las mujeres no se les permitía ascender cumbres (los hombres lo consideraban peligroso para ellas y poco femenino) y se las negaba la entrada a los clubes de montaña, exclusivamente masculinos. Pero a pesar de la rigidez y estrictas convenciones sociales de la época victoriana, Lucy Walker se aventuró a salir a las montañas, y llegó a Zermatt en el verano de 1871, siguiendo los pasos de otros compatriotas británicos, como Edwar Hymper, el primer hombre en lograr la cima del Matterhorn seis años antes.

En aquellos albores del alpinismo, ávidos de conquistar cumbres aún vírgenes, el Matterhorn era una de las montañas más deseadas, tanto para hombres como para mujeres, y Lucy Walker no era la única que quería alcanzar su cima. Varias mujeres intentaron ese primer ascenso, la más notable la americana Meta Brevoort (1825- 1876), una neoyorquina asentada en Inglaterra, que como Lucy, se estaba abriendo un camino en el alpinismo a finales de 1860. En 1869 realizó su primer intento a la cima del Matterhorn desde el lado italiano, pero se tuvo que retirar a los 4.000 m por las malas condiciones meteorológicas. Dos años después lo volvía a intentar, esta vez desde el lado suizo, desde Zermatt, la idílica aldea de montaña que se estaba convirtiendo en otro de los epicentros del alpinismo europeo y mundial. Allí estaba también Lucy Walker, que al saber de las intenciones de la americana, formó rápidamente su propia expedición para atacar cumbre. El 22 de julio de 1871, la redacción del “Journal de Genève” recibía un telegrama desde Zermatt: la británica se había convertido en la primera mujer en ascender el Matterhorn, llevando una larga falda de franela como dictaban las normas de vestimenta de una mujer victoriana. Su ascenso se consideró “la joya de la corona” del alpinismo femenino de la época. La noticia de su logro se extendió como el fuego por toda Europa y cruzó el Atlántico.

Meta Brevoort llegó a la cima justo después del logro de Lucy, había perdido la oportunidad de ser la primera. Sin embargo, esa misma tarde, las dos mujeres se reunieron en Zermatt, y la historia cuenta que Meta felicitó a Lucy deportivamente. Esta fue la única vez que las dos alpinistas coincidieron, a pesar de provenir de entornos sociales similares: Lucy provenía de una rica familia de comerciantes de Liverpool, y Meta de una familia de inmigrantes holandeses que hicieron fortuna en Nueva York. Contrarias a las estrictas normas que la sociedad victoriana imponía, ambas mujeres eran extrovertidas, atrevidas y compartían ese espíritu de aventura. Según su obituario, Lucy fue conocida por su personalidad alegre, extrovertida y cálida”, y de Meta se dijo que tenía una vitalidad asombrosa y un excepcional don para vivir la vida al máximo. Similar espíritu y pasión por la montaña creo que compartimos también las 12 mujeres que nos apuntamos al reto 100% Women Peak Challenge organizado por Viajes Oxígeno para ascender a un cuatromil en los Alpes suizos -no al Matterhorn (palabras mayores), pero sí al Breithorn, más accesible- y experimentar así las mismas intensas emociones de lograr una cima y conectar con la montaña como habían hecho Lucy y Meta 150 años antes que nosotras.

Las 14 mujeres de Viajes Oxígeno y el Breithorn de fondo

Reto 100%Women Peak Challenge al Breithorn con Viajes Oxígeno 
“Buscamos a mujeres lo suficientemente valientes para subir a la cima de los picos más altos de los Alpes suizos”. Esta llamada en MySwitzerland.com, la web oficial de Suiza Turismo, recordaba a ese mítico anuncio que el mítico explorador británico Ernest Shackleton publicó -supuestamente- en el Times buscando a osados integrantes para su expedición a la Antártida: “Se buscan hombres para un viaje peligroso”… Aunque las condiciones de la propuesta suiza, afortunadamente, no eran nada parecidas a las exigidas por el explorador británico: “Paga reducida. Frío intenso. Largos meses en la más completa oscuridad. Peligro constante. Es dudoso que puedan regresar a salvo. En caso de éxito, recibirán honores y reconocimiento”.
Bueno, quizás podrían tener en común el frío intenso (aunque en un cuatromil de los Alpes no haga tanto frío como en el Polo Sur), y el reconocimiento posterior que nos dispensaron en el ayuntamiento de Zermatt tras ascender a nuestro primer cuatromil. Y digo “nuestro” porque fue una ascensión realizada en equipo, o en lenguaje alpinístico, en una cordada formada sólo por mujeres, como parte del reto 100%Women Peak Challenge lanzado por Suiza Turismo el pasado 8 de marzo de 2021 en colaboración con el Swiss Alpine Club, la marca Mammut y la asociación de guías de montaña suiza: ascender a uno o varios de los 48 cuatromiles de los Alpes suizos en cordadas íntegramente femeninas. Un reto parte de su campaña “100%Women Outdoor”, una serie de propuestas creadas por y para mujeres que quisieran vivir experiencias en el país de las montañas de todo tipo y pelaje: hiking, mountain bike, alpinismo, escalada, deportes acuáticos y otras aventuras… En definitiva: llevar a las mujeres al outdoor.

El reto 100% Women Peak Challenge está abierto a mujeres de todos los niveles de alpinismo, teniendo en cuenta de qué cuatromil se trate, claro, y de nuestra condición física y habilidades técnicas.
Según sea ese nivel, una puede elegir el Breithorn, considerado el cuatromil más fácil de los Alpes, perfecto para iniciarse, o si ya se es una alpinista experta, ascender a cumbres muy técnicas en Suiza como el Matterhorn o Cervino, cuya icónica silueta hipnotiza nada más llegar a Zermatt. A su lado está el vecino Breithorn, más asequible, aunque no hay que confiarse, la montaña tiene sus riesgos, y por supuesto hay que subir acompañadas de guías profesionales. Yo tuve la oportunidad en junio de ascender a mi primer cuatromil aceptando el reto “100% Women Peak Challenge” con un grupo de periodistas de todo el mundo. Ninguna de las integrantes de las cordadas nos conocíamos de antes, pero enseguida se creó una complicidad entre nosotras, fruto en gran parte de enfrentarnos por primera vez todas, con nuestros miedos y dudas, a una montaña de cuatromil metros. La mayoría no se habían puesto unos crampones en su vida, pero allí estaban Carol George y Caro North para mostrarnos las nociones básicas e infundirnos tranquilidad. Después de tres horas de marcha alcanzábamos la cumbre del Breithorn, experiencia que me llenó tanto que regresé a Madrid con el mismo deseo que Suiza Turismo: motivar a más mujeres a enamorarse de las montañas. Y junto al responsable de nuestra agencia especializada en viajes de aventura “Viajes Oxígeno by Galangal”, Piter G. Padilla, decidimos organizar una experiencia similar contando con la misma guía de lujo (una de ellas): Caro North, que se involucró enseguida en el proyecto cuando le propuse que guiara en septiembre a un grupo de mujeres españolas. No estábamos muy seguros del éxito de la convocatoria, pero el llamamiento superó nuestras expectativas y enseguida se completaron las plazas, más aún cuando nuestra amiga Edurne Pasaban, la primera mujer en alcanzar los catorce ochomiles del Planeta se apuntó a participar en la cordada y en el proyecto. La alpinista vasca, siempre humilde y generosa, fue una de las piezas clave del éxito del viaje. Contar con ella, su experiencia y sus consejos, además de la energía de Caro North, que nos daba otra visión de la montaña como guía profesional, fue un auténtico privilegio.

Descenso del Breithorn

Un reto al alcance de todas

El grupo de Viajes Oxígeno -formado por mujeres de diferentes edades y procedentes de diferentes puntos de España: Miriam (responsable del proyecto Trekking Aguas Encantadas en Teruel; las valencianas Virginia y Mely, que trabajan en la vocalía de mujer en la federación valenciana de montaña; Tamara, una gallega entusiasta de los deportes de montaña y lectora habitual de Oxígeno; Irene, otra montañera de Alicante, Elena y Pili, “antiguas” conocidas de nuestros camps de trail running, Montse y Maria José, que cambiaron en esta ocasión su deporte, el basket, por el reto de ascender a un cuatromil, y la más joven del grupo, Marina, una enfermera de Córdoba que trabaja en Huesca, que ha entrado en el GREIM y que sueña con trabajar con la prestigiosa compañía de rescate Air Zermatt. Además, una servidora y Edurne Pasaban- viajamos el 1 de septiembre a Zermatt, donde llegamos a las 22 h, ya horas intempestivas en Suiza. Es noche oscura y el Matterhorn ni se adivina. Llegamos al hotel donde nos han dejado algo para picar y nos metemos en la cama porque al día siguiente nos tenemos que levantar muy temprano para desayunar a las 6 AM y coger el primer telecabina a las 7:15 AM. Según Caro, pendiente de la información meteorológica, es el día que las previsiones son mejores, así que hay que aprovechar el buen tiempo. Creo que la mayoría no dormimos casi, nerviosas por la inminente ascensión. Al despertarnos nos asomamos a la terraza del “Hotel Basecamp” y contemplamos por primera vez la imponente silueta del Matterhorn, en cuya pared se vislumbra una hilera de luces, los frontales que delatan a los madrugadores alpinistas que se dirigen a conquistar su cumbre.
Caro y Sandy (nuestra otra guía) ya nos están esperando en la recepción con el material duro que necesitaremos para “el ataque a cumbre”: arnés, piolet y crampones; desayunamos bien, llenamos las cantimploras de agua para hidratarnos en la altitud (fundamental) y nos dirigimos al telecabina que nos llevará cómodamente y sin esfuerzos (las ventajas de que Zermatt sea una estación de esquí) hasta el Klein Matterhorn (3.833 m), donde se produce el primer contacto con la nieve. El día ha despertado espectacular, despejado, se ve perfectamente el Matterhorn y nuestra cumbre, el Breithorn, con su forma de merengue, y el inicio del glaciar del Breithornplateu que tenemos que atravesar en nuestro camino hacia la cumbre. Aunque el Breithorn esté considerado uno de los cuatromiles más fáciles (no es muy complicado técnicamente y con un estado de forma aceptable se puede subir), no hay que subestimarlo, sobre todo por el glaciar: un paso en falso al atravesar el plateau plagado de grietas y si no conoces bien la ruta puedes acabar engullido por las fauces de hielo.
Nos ponemos los crampones y el arnés mientras Caro y Sandy repasan que están puestos correctamente, nos dividimos en dos cordadas de seis personas más guía (el máximo número posible de personas para esta ascensión) y Caro nos da las instrucciones básicas: nos recuerda cómo caminar con crampones (las piernas abiertas a la anchura de las caderas y pisando con todas las puntas en la superficie helada) y cómo enfrentarnos al posible mal de altura: hay que hidratarse mucho: “se supone que si estás a cuatromil metros, tienes que beber cuatro litros al día”. También hay que tener cuidado con no pisar la cuerda que nos asegura, siempre tiene que estar «sonriendo» entre nosotras.

Aunque el Breithorn esté considerado uno de los cuatromiles más fáciles (no es muy complicado técnicamente y con un estado de forma aceptable se puede subir), no hay que subestimarlo, sobre todo por el glaciar: un paso en falso al atravesar el plateau plagado de grietas y si no conoces bien la ruta puedes acabar engullido por las fauces de hielo.

Las animadas charlas en el telecabina se tornan en silencio y concentración, ya empiezan a aflorar los nervios. Edurne nos da ánimos a todas, y al igual que nuestras guías Caro y Sandy, nos transmite confianza y seguridad. Iniciamos el trayecto por el glaciar, primero casi plano, para ir poco a poco girando hacia el este. Ya se nota la altitud: cuesta más moverse y suben rápido las pulsaciones… Los movimientos normales a nivel del mar aquí se convierten en series y esfuerzos anaeróbicos. Atravesamos el glaciar con las dos cordadas una detrás de otra, concentradas en mantener la sonrisa en la cuerda hasta llegar a los pies de la falda sur del Breithorn; paramos para hacer un pequeño descanso y tomar algo de picar y beber antes de afrontar la ascensión. También nos encuerdan más cercanas entre nosotras, porque la pendiente se inclina bastante, y Caro nos recuerda que el piolet lo tenemos que llevar siempre en el lado de la montaña.
Comenzamos a caminar en diagonal hacia el oeste, por la huella que han dejado otras cordadas anteriores a nosotras, ahora mirando al Matterhorn, y vamos superando el desnivel hasta alcanzar los 3.980 m según el altímetro de mi reloj. La nieve está más dura a medida que ganamos altura, pero afortunadamente no hace viento ni frío, el sol nos acompaña durante toda la ascensión.
Recorremos toda la diagonal hasta un punto en el que ya tenemos que girar al oeste para ascender a pico los últimos cien metros aproximadamente para llegar a la cima. La cordada que guía Caro North y cierra Edurne inicia el camino a cima, y la segunda cordada las vemos desaparecer de repente de nuestro campo de visión. ¡Ya están en la cumbre!
Ahora nos toca a nosotras, que nos animamos unas a otras para hacer el último esfuerzo, siguiendo el “Allez, allez” de Sandy. Las pulsaciones se aceleran aún más, no tanto por el esfuerzo como por la emoción. Sandy llega la primera a los 4.164 m y nos va felicitando según el resto del equipo recuperamos la horizontalidad y pisamos la cumbre, un espacio de unos tres metros de ancho. Nos choca la mano y un poco más allá ella nuestras compañeras de la primera cordada nos esperan para hacernos todas juntas la foto de cumbre de rigor. Caro reparte onzas de chocolate (suizo, claro) para celebrar la cima. Tras los gritos de emoción, los múltiples selfies y las preguntas de cuál es ese pico, y ese otro –incluso llegamos a vislumbrar en el horizonte, por encima de un mar de nubes, el Mont Blanc – llega la hora de descender. Ahora la primera de la cordada soy yo, y da un poco de miedo enfrentarse a la pronunciada pendiente helada y contemplar el abismo que se abre a nuestra derecha. Caro nos recuerda
que clavemos bien todas las puntas de los crampones. Recuerdo también las palabras de Edurne: «en los descensos pasan la mayoría de accidentes, cuando nos confiamos y estamos más cansados; la cumbre no se consigue hasta que no se regresa al campo base…

La foto obligada en la cima a 4.164 m

Paso a paso llegamos de nuevo al inicio de la diagonal, donde hacemos un nuevo descanso para comer algo antes de continuar la ruta que ha diseñado Caro: atravesar el glaciar hacia otro de los cuatromiles de los Alpes suizos, el Castor, y llegar al refugio Guide d’Ayas, donde vamos a dormir. Ahora el sol pega con fuerza, y todas empezamos a notar algunos de los síntomas de la escasa aclimatación, y es que hemos pasado en pocas horas de estar a mil metros de altitud a sobrepasar los cuatromil: un intenso dolor de cabeza, que encima se agudiza con cada paso, como si nos golpearan con el piolet. Pero la travesía es tan espectacular que se nos olvidan los martillazos, ya nos atiborraremos a Paracetamol en el refugio. Después de otras dos horas caminando en fila india, esquivando grietas (algunas bastante profundas), iniciamos el último descenso al Guide d’Ayas, que se asoma entre las nubes por debajo de nosotras. Aunque el cansancio y el mareo que tienen algunas compañeras de expedición por la altitud hacen que tengan deseos de parar, Caro dice que es mejor seguir y superar el glaciar cuanto antes, es peligroso. De hecho oímos claramente el característico ruido de grietas moviéndose o de las lenguas de hielo deslizarse en las paredes de roca que nos rodean. Sí, ¡mejor moverse cuanto antes! Un poco asustadas por los crujidos del hielo alcanzamos el refugio, nos acomodamos en nuestra habitación común, y nos preparamos para cenar, recuperar fuerzas y celebrar la gran jornada de montaña.

La travesía por el glaciar hacia el refugio d'Ayes

También hablamos con Caro de cómo nació el proyecto Peak Challenge y de la participación de las mujeres en los deportes de montaña. Le pregunto cuántos grupos formados exclusivamente por mujeres han guiado en su vida profesional: “Es muy raro encontrar a cordadas formadas sólo por mujeres, la mayoría están formados por hombres que llevan a alguna mujer en el grupo, así que este año está muy bien que sólo tengamos grupos de mujeres”. ¿Y notáis alguna diferencia al guiar grupos de hombres que guiar a mujeres?: “Creo que depende del carácter de cada persona, independientemente del género, pero sí es cierto que en una cordada de solo mujeres se establece una dinámica diferente a una cordada mixta. Yo he experimentado que las mujeres tienen más valor para hacer algo por primera vez y dar el primer paso si están acompañadas de otras mujeres que si estuvieran en un grupo con hombres. Es más fácil para ellas, tienen menos miedo y se atreven a cruzar la barrera más fácilmente. Con el 100% Peak Challenge se ha creado un espacio para ellas, se sienten más acogidas y seguras para venir y salir a la montaña”. Esto me recuerda lo que nos contó Caroline George en su momento: “antes de 1980 el SAC (Swiss Alpine Club) sólo admitía a hombres, en 1980 abrieron sus puertas a las mujeres, pero hay una gran diferencia entre que la ley permita que seamos aceptadas, a ser invitadas y animarnos a disfrutar de las montañas como ellos. Si sólo se abren las puertas, es difícil entrar a esa habitación, especialmente si antes de esa fecha éramos rechazadas. Si no se hacen movimientos específicos para incluir a las mujeres, es difícil dar ese primer paso. Por eso creo que el Peak Challenge es muy positivo para animar a más mujeres a disfrutar del outdoor. Si una mujer ve a otra mujer ir a la montaña piensa: eso yo lo puedo hacer también. Se trata de mayor visibilidad”. 

Si no se hacen movimientos específicos para incluir a las mujeres, es difícil dar ese primer paso. Por eso creo que el Peak Challenge es muy positivo para animar a más mujeres a disfrutar del outdoor. Si una mujer ve a otra mujer ir a la montaña piensa: eso yo lo puedo hacer también. Se trata de mayor visibilidad”.

Después de la charla y de cenar nos vamos rápidamente a la cama, o mejor dicho, al saco (por cierto, no olvidéis llevaros tapones para los oídos al refugio) porque al día siguiente tenemos que pegarnos otro madrugón para hacer el camino de vuelta hacia el Klein Matterhorn, y Caro dice que así podremos ver el amanecer en las montañas, “el momento que más le gusta”. Al día siguiente la meteo es
igual de benevolente con el grupo y amanece un día limpio. El cielo se tiñe de naranjas y malvas mientras iniciamos el camino de vuelta, ahora ascendiendo por el glaciar. Ascendemos despacio, creo que no sólo por la inclinación, sino también para saborear ese tiempo entre montañas, imágenes imborrables que permanecerán en nuestra memoria. Al igual que la experiencia de compartir con Edurne Pasaban, Caro North y otras mujeres una expedición de alta montaña. Ya de vuelta en Zermatt, miramos desde el puente del casco antiguo la silueta del Matterhorn, ahora más lejana que esta mañana, pero igual de hermosa. La contemplamos con una sonrisa tan grande en nuestras caras como la cuerda que nos ha unido en la ascensión, y su visión nos hace recordar las figuras, los logros y sobre todo el espíritu de aventura de Lucy Walker y otras pioneras del alpinismo que nos abrieron camino a las mujeres en la montaña.

En este vídeo «desde dentro» podéis ver nuestra experiencia en el 100% Women Peak Challenge con Viajes Oxígeno